Durante la primera mitad del siglo XVII las Molucas eran un frente de guerra de la confrontación hispano-holandesa (véase “La conquista de las Molucas” en Desperta Ferro Especiales XV: Los Tercios (V) Asia ss. XVI-XVII). Para ambas naciones era esencial mantener sus alianzas con los sultanatos locales: los holandeses con Ternate y los españoles con Tidore. Rivales poderosos y ancestrales, los dos sultanes se habían repartido el dominio sobre el resto de islas del archipiélago. Cualquier cambio en este juego de pactos podía romper el equilibrio de fuerzas en las Molucas.
En Tidore, hasta 1627, el sultán había sido Cachil Mole. Fiel aliado de los españoles –llegó incluso a participar en la conquista española de Ternate–, permitió que estos construyeran varios fuertes en su isla. Destacaba entre todos ellos el fuerte Tohula, o Santiago de los Caballeros; inexpugnable fortaleza en lo alto de una colina con la que controlaban la principal población de la isla y residencia del sultán. A su muerte, le sucedió su único hijo, Cachil Naro, que a diferencia de su padre se mostró receloso del tutelaje español. En 1634, el gobernador de las Molucas, Pedro de Heredia, sospechando su acercamiento a los holandeses, decidió sustituirle por su sobrino Borontalo. Sin embargo, la decisión empeoró la situación. El nuevo sultán de Tidore empezó a negociar con los ternates una rebelión conjunta para expulsar a los españoles de su isla y firmar una posterior alianza con la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (Vereenigde Oostindische Compagnie, VOC). Los españoles, al enterarse de sus planes y saber que, en connivencia con el sultán de Ternate, había ordenado la muerte de su antecesor (Cachil Naro), pusieron en marcha un plan que acabase con cualquier posibilidad de rebelión: su asesinato.
No era un objetivo fácil. Viviendo en su propia corte y defendido por su guardia personal, el plan debía ser secreto y ejecutado por muy pocas personas, aún a riesgo de sus propias vidas. El nuevo gobernador, Pedro de Mendiola, encargó la misión al sargento mayor Francisco Fernández. Los catorce integrantes de la expedición salieron el 10 de agosto de 1639 del fuerte N.ª Señora del Rosario de Ternate en una galera con destino a Tidore. El gobernador pidió que, mientras durase la misión, el santísimo sacramento quedase al descubierto en la Iglesia.
De la galera, comandados por Francisco Fernández, desembarcaron ocho soldados (todos voluntarios), sin armas de fuego, que llevaban solo sus espadas al cinto y se encaminaron a ver al sultán con la excusa de traerle un mensaje del gobernador. Antes habían acordado con Francisco de Zuniga, cabo de Santiago de los Caballeros, que en caso de necesitar ayuda, a la señal de un pañuelo blanco, debería bajar con una fuerza de treinta soldados en su auxilio. El plan era simple y directo: aprovechar la entrega de un regalo al sultán para asesinarlo. Cuando el sargento Fernández ordenase al alférez Bernabé de la Plaza que entregara unos polvos al sultán, aquel debía acercarse con el obsequio y asestarle la puñalada mortal. A continuación, los demás españoles debían acometer al resto de los allí presentes.
Borontalo acudió al encuentro acompañado por una guardia de treinta escoltas. No era casual; de igual modo que los españoles querían matarlo, su objetivo era asesinar al sargento mayor español, condición impuesta por los holandeses para firmar una alianza con él. El encuentro fue en una casa de recreo cerca de la residencia oficial. Tras los saludos iniciales, las dos comitivas se colocaron una frente a otra: Francisco Fernández y Borontalo, cara a cara, en dos sillas, con el resto de sus respectivos acompañantes a sus espaldas, sentados en el suelo en forma de media luna. Cuando el sargento pidió a Bernabé de la Plaza la entrega del obsequio, este no dudó; se aproximó al sultán y le atestó dos puñaladas en el pecho que le hicieron caer de la silla al suelo, donde el alférez siguió apuñalándolo hasta su muerte. La rápida actuación del resto de españoles provocó la huida de los locales. Por parte española hubo un muerto, y por parte tidore, tres (uno de los escoltas fue muerto por el sargento mayor antes de que pudiera alcanzar con su kris –una clase de daga– la espalda de Bernabé de la Plaza).
La salida de los españoles se vio favorecida por el plan de Borontalo de matar al sargento mayor Fernández, ya que para no despertar sospechas entre los españoles había ordenado a sus vasallos que no saliesen de sus casas durante la visita. Mientras el alboroto empezaba a apoderarse de la capital tidore, el cabo de Santiago de los Caballeros lanzó un cañonazo sobre ella a modo de advertencia. No hicieron falta más; la conmoción se apoderó de la mayoría de los tidores, y los siete españoles lograron embarcar en la galera que los llevó de vuelta a Ternate.
Tras el asesinato, Tidore sufrió una época de inestabilidad, casi una guerra civil con enfrentamientos entre los partidarios del hijo del sultán asesinado y otros contrarios a su sucesión, que justificaban la muerte de su padre por haber intentado traicionar a los españoles. El plan de estos era restaurar a Cachil Zaide (hijo de Cachil Naro, el antecesor de Borontalo). Pese a vivir en el fuerte Malayo, bajo la tutela holandesa y del rey de Ternate, este aceptó la oferta española, toda vez que le presentaron el magnicidio como una venganza por la muerte de su padre. Escapándose de Malayo, el 15 de agosto de 1639, y con el apoyo español, logró ser el nuevo sultán de Tidore.
FUENTES
Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia.
Archivo General de Indias, FILIPINAS, 2, N. 51. Consulta sobre asesinato del rey de Tidore
Comentarios recientes